lunes, 15 de febrero de 2010

Soy Hijo de alcohólico II

4. El hijo de alcohólico aprende a manejar la conducta de otros e intenta protegerse de situaciones problemáticas y de conflicto. Además aprende a medir y controlar su expresividad en función del ánimo y humor del padre alcohólico. Entre más disfuncional sea el ambiente familiar, más grave es el daño ocasionado a sus miembros, en especial a los hijos. Estos comparten características de tipo emocional, por ejemplo: experimentan miedo, el cual se manifiesta en rabia o dolor, resentimientos y desconfianza. La raíz de éste miedo se encuentra en el abandono de que fueron objeto, ya que debido a la preocupación por el alcohol y el alcoholismo, ninguno de los padres atendió realmente sus necesidades de amor y apoyo. Es frecuente que exista abandono de la responsabilidad de los padres para atender horarios de comida, higiene personal o atención médica, lo cual cuando es repetido ocasiona un sentimiento de temor y soledad en los hijos y persiste aún en la edad adulta. El hijo del alcohólico recibe el mensaje de no ser querido y de ser un estorbo. Como consecuencia, muchos hijos de alcohólicos manifiestan tener este sentimiento de abandono aún cuando sus padres nunca los dejaron solos. La sensación de abandono proviene del hecho de que el padre alcohólico pudo haber estado físicamente, pero no emocionalmente presente. De igual forma, el padre no alcohólico estuvo centrado en la conducta del enfermo o de la familia misma, y no en el cuidado de los hijos. El resultado es una baja autoestima que experimentan los hijos cuando adultos. El sentimiento de rabia que experimenta el hijo de alcohólico es una forma de manejar el miedo. La rabia a su vez se manifiesta en resentimientos y desconfianza. Sin embargo, en su familia tuvo que reprimirlas ya que ésta no permitía que expresara sus sentimientos. La dificultad para confiar en los demás en la vida adulta está relacionada con el hecho de no haber podido confiar en sus padres. El abandono que experimenta el hijo de alcohólico le ocasiona dolor y esto incluye a su vez sentimientos de soledad y tristeza que aunque se empeñe en cubrir se reflejan en sus conductas y actitudes. En general, a los hijos de alcohólicos se les dificulta relajarse, padecen cefalea, hombros tensos o dolor de espalda como resultado de haber crecido en un ambiente altamente tensionante. En su relación sexual es frecuente que presenten incapacidad para desempeñarse adecuadamente. Los desórdenes gastrointestinales tales como úlceras, constipación crónica, diarrea y acidez estomacal también son comunes. Lo anterior debido a que reprimir sus emociones les ocasiona este tipo de problemas. Igualmente presentan trastornos relacionados con el estrés como gripas frecuentes, dificultad para dormir, una mayor incidencia de cáncer así como un estado general de fatiga. Como consecuencia de haber vivido una necesidad imperiosa de adaptarse y sobrevivir al comportamiento impredecible y en ocasiones amenazante del enfermo y de la familia en general, el hijo de alcohólico desarrolla una predisposición para buscar situaciones de conflicto. En su familia vivió de una crisis en otra, cuando ésta no se presenta la busca, esto lo mantiene activo y lo hace sentir útil, además de que le impide verse a sí mismo, un aspecto que por lo regular rehuye. La manipulación es característica, debido a su necesidad de controlar y buscar que sus necesidades sean satisfechas, ya que cuando niño ante la carencia de afecto, atención y reconocimiento aprendió a manipular para obtener la atención de sus padres o de otros adultos. Asimismo, le es díficil establecer relaciones íntimas satisfactorias. La intimidad requiere de confianza, comunicación y habilidad para resolver conflictos, y el hijo de padres alcohólicos aprendió a no confiar, a no expresar sus sentimientos y a no hablar de lo que desea. La incapacidad que experimenta para disfrutar de la vida también está relacionada con la necesidad de controlar. Para quien creció en una familia alcohólica es difícil dejar de preocuparse por todo lo que está sucediendo. Existe una dificultad para jugar y se tiende a tomar todo, aún la diversión, demasiado en serio. En ocasiones, aunque parezca estar disfrutando, experimenta la sensación de temor y de que en cualquier momento “algo” pueda suceder. Existe en los hijos de alcohólicos una mayor posibilidad de desarrollar una conducta adictiva en una gran variedad de aspectos, por ejemplo, adicción al alcohol, droga, comida, tabaco, a una persona, al sexo, al ejercicio, o a realizar su trabajo de manera perfecta. Cada hijo de alcohólico es diferente pero el común denominador es igual: miedo, rabia y dolor.


5. Es un hecho que la dinámica familiar alcohólica representa una situación de conflicto donde predominan la confusión, falta de apoyo y carencia de afecto. Martha, de 8 años, hija de alcohólico, expresó: “Cuando pienso en la forma en que bebe mi padre, tiemblo por dentro. Tengo miedo y me preocupa cuándo acabará todo esto, me siento encadenada y no puedo soltarme. Quiero romper las cadenas y ser libre”. Un adulto que creció en una situación así refleja una personalidad con un autoconcepto inadecuado, incapacidad para expresar sus emociones y dificultad en sus relaciones interpersonales. Ante todo reacciona con desconfianza, rigidez y necesidad de controlar a los que le rodean.


6. El adulto hijo de alcohólico no conoce con exactitud cómo vivir con tranquilidad, cómo disfrutar y luchar por encontrar orden en su vida. Lo que conoció dentro de su familia fue miedo, inseguridad, violencia y confusión y no tiene un marco de referencia que le indique cuándo una situación es normal o anormal. Desconoce la capacidad de goce y no logra experimentar satisfacción personal, por lo tanto requiere de ayuda para poder elaborar y liberar emociones contenidas, reflexionar, reconstruir y aprender a pensar de manera positiva. Asímismo, el conocer la naturaleza del alcoholismo como enfermedad en el contexto familiar y los efectos por ella resentidos le pueden ayudar a valorarse a sí mismo, a aceptarse y así mejorar sus relaciones interpersonales y alcanzar una mejor calidad de vida. Napier A. Whitaker, C.(1978) lo expresa brevemente y con claridad: “Cuando la familia cumple su misión se convierte en la fuente más rica y gratificante de las estructuras sociales, colmando nuestras más hondas necesidades de ternura y amor, ofreciéndonos el máximo potencial para el crecimiento. Sin embargo, hay ocasiones en que éstos lazos se convierten en cadenas…”.


Bibliogafía

1. McConnell, P.A. Workbook for healing - adult children of alcoholics. Harper and Row Publishers. San Francisco, 1986. 2. Steinglass, P. y L.A. Bennet, S.J. Wolin y D. Reiss. La familia alcohólica. Gedisa, Barcelona, 1989. 3. Woititz, Janet, Geringer, Ed. D. Adult children of alcoholics. Health Communications Inc. Enterprise Centre, Florida, 1983. 4. Black Claudia Phd. It will never happen to me. Ballantine Books, New York, 1987. 5. Kritsberg Wayne. The adult children of alcoholics syndrome. Health Communications Inc., N.Y. 1988. 6. Brown Stephanie, Phd. and Beletsis Susan Phd. Cermak T. M.D. Adult children of alcoholics in treatment. Health Communications Inc. Enterprise Center, Florida, 1989.
www.revistaadicciones.com.mx

0 comentarios:

Publicar un comentario