lunes, 15 de febrero de 2010

Cuando la adicción entra en casa II

Manuel, 66 años

"El almanaque de mi vida lo hacía el juego", dice Ezequiel, clavando su mirada fija en sus manos, como echándoles la culpa de tantas angustias. Mientras, desparrama recuerdos de errores que lo llevaron a jugar lo que no debía o a sacar dinero de lugares equivocados. "Estuve 26 años separado de mi mujer, y perdí mi trabajo por irresponsable."

A los 20 años, empezó a ir al hipódromo los domingos, pero luego esta salida recreativa se transformó en un hábito. "El juego no me dejaba elegir y dominaba mi vida. Siempre estaba pensando cómo podía conseguir plata para seguir jugando. No me importaban ni mi familia ni mis afectos."

Tiene un hijo de 41 años del que hoy se siente amigo, pero del que casi no recuerda su infancia. "Si me preguntás a qué colegios fue no tengo ni idea".

Una vez que se separó, nuevos horizontes lo llevaron a perder la cabeza con la quiniela. Las deudas se iban apilando y eso no lo dejaba dormir. "Hoy ya saldé todo, pero tuve que ir a dar la cara con tres bancos y una tarjeta de crédito", dice.

Desde que nació su última nieta dejó de jugar y hoy se dedica a disfrutar de su familia. Comenzó una recuperación difícil y dolorosa junto con Jugadores Anónimos (JA), a la que le puso lo mejor de sí. "Es el único lugar dónde uno puede hablar de lo que le pasa y lo entienden. Empecé a trabajar en mis defectos de carácter y volví a ser honesto conmigo mismo."

Hace casi 7 años que no juega, y asiste al grupo dos veces por semana. "Hoy me considero una persona responsable. Ahora soy respetuoso del juego, no le tengo miedo."

Marina, 29 años

Abrió los ojos. Se dio cuenta de que se estaba despertando en una obra en construcción y que no se acordaba cómo había llegado ahí. En ese momento, Marina se dio cuenta de que estaba tocando fondo y que el alcohol tenía el volante de su vida.

Para esa época, desayunaba con cerveza, en el trabajo escondía las botellas de alcohol en el baño y de a poco se fue alejando de todo lo que más quería: su novio, su familia y sus amigos.

Hija de padres alcohólicos, reconoce que esa herencia tuvo en ella una influencia determinante. "Nosotros a mi vieja nunca la respetamos porque era la loca. No quería que fuese a buscarme a ningún lado porque me daba calor. No se podía ocupar de nosotros, pero de alguna manera nos arreglábamos", cuenta hoy, con sus 29 años y un diploma de Comunicación Social bajo el brazo.

Proveniente de una familia de clase media-alta, es la tercera de cinco hermanos. Sus padres se separaron y Marina todavía vive con su madre, que hace dos años pudo dejar la bebida.

"Empecé a tomar fuerte en 2001. Me levantaba ingiriendo anfetaminas y durante todo el día tomaba cerveza para tapar agujeros que quedaron en mi vida. Quería borrarme de todo lo que me pasaba", dice con una sinceridad impactante.

Sentía que de a poco se le cerraban todas las puertas y se quedaba cada vez más sola. Sus amigas de toda la vida dejaron de confiar en ella. "Se dieron cuenta de que cambié la gaseosa light por la cerveza. Me fui aislando y cuando aparecía no me creían que iba a dejar de tomar".

Una noche se pasó de pastillas y de alcohol, y la internaron. Empezó a ir a un hospital de día durante siete meses, de 11 a 18, y a las reuniones de Alcohólicos Anónimos (AA), a las que sigue yendo todas las semanas. "Hace 9 meses que dejé todo, pero mañana puede ser, ojalá que no, que me tome todo", asegura con una sonrisa cómplice.

Consejos para el adicto y la familia

Tres causas

  • "Vos no lo causaste."
    La familia y el adicto se sienten responsables por la adicción, pero tienen que entender que es una enfermedad.
  • "Vos no lo podés controlar."
    El adicto tiene la fantasía de que lo puede controlar y el familiar siente que puede manejar al otro desde el amor, o desde el control.
  • "Vos no lo podés curar."
    El enfermo tiene que pedir ayuda y aprender a convivir con esta predisposición. Lo máximo que puede lograr es desactivarla, pero no erradicarla. El familiar tiene que entender que no puede curar al otro, pero que el acompañamiento es fundamental para la recuperación

Tres soluciones

  • El tratamiento que más ayuda a los adictos y a los familiares son los grupos de autoayuda, los 12 pasos. Y de las herramientas es el "sólo por hoy", ir de un día a la vez te quita el miedo y la ansiedad.
  • Practicar la serenidad, conectarse con lo espiritual, con las cosas importantes de la vida, disfrutar de la naturaleza, el arte y los afectos.
  • El adicto debe buscar el sentido de la vida más allá de la adicción. Los familiares tienen que recuperar sus vidas y concentrarse en sus necesidades.

Contactos

  • AA: 4325-1813

  • JA: 4328-0019

  • NA: 4342-6659

  • Alanon: 4382-9311

  • Juganon: 154-085-8996

  • Naranon: 4953-3539

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